¿Pueden venenos llegar a curarnos?
En las últimas décadas, se ha dado un gran empuje a la exploración científica de este territorio desconocido de la investigación que se encarga de identificar a aquellas moléculas potencialmente letales que pueden esconder propiedades bioquímicas que también puedan curarnos. Hablamos de la venómica, se trata de un novedoso campo interdisciplinar que recurre a la genómica (estudio del ADN), la proteómica (estudio de las proteínas) y la transcriptómica (estudio del ARN) para conocer más a fondo la naturaleza de los venenos y su potencial terapéutico. Múltiples grupos de investigadores en diferentes puntos del mundo están centrados en esta tarea. Aquí, en España, la doctora Maria Ikonomopoulou ha llegado recientemente desde Australia, el “paraíso de los animales venenosos", dice, para poner en marcha su laboratorio como investigadora del Instituto IMDEA-Alimentación situado en Madrid. Dirige un proyecto de venómica traslacional inicialmente financiado por una beca Marie Curie AMAROUT de la Unión Europea. En la actualidad, Ikonomopoulou está desarrollando uno de los primeros biobancos de venenos con fines terapéuticos en Europa a partir de venenos procedentes de múltiples y exóticos animales de diferentes regiones del mundo.
En un trabajo conjunto de Ikonomopoulou e investigadores del Instituto QIMR Berghofer en la ciudad australiana de Brisbane, descubrieron que entre las numerosas moléculas del veneno de la letal araña tela de embudo australiana existía una con características muy especiales: la gomesina. Esta molécula consiste en un péptido (molécula formada por un pequeño número de aminoácidos) conocido desde hace años porque posee propiedades antibióticas.Los investigadores descubrieron recientemente que también posee una acción selectiva contra las células cancerígenas causantes del melanoma (el tipo de cáncer de piel con peor pronóstico) in vitro e in vivo. Es decir, la gomesina es capaz de atacar a las células cancerígenas, bloqueando su proliferación, sin afectar a las células sanas en cultivos celulares de laboratorio y también en tumores en ratones de laboratorio.
Desde la llegada de la doctora a España hace año y medio, se han dado los pasos iniciales para el desarrollo del biobanco de venenos: “Ya hemos comenzado la etapa de screening de nuevos venenos por sus propiedades anti-proliferativas o metabólicas, entre otras, y estamos caracterizando los compuestos activos y, por tanto, sus potenciales terapéuticos", dice. La investigadora explica que su objetivo es "crear un vasto y diverso biobanco de venenos que estará compuesto por venenos de serpientes, lagartos, arañas, ciempiés, chinches, etc. Ahora estamos centrados en el cáncer, el metabolismo y la investigación del envejecimiento, pero esperamos en el futuro próximo ser capaces de estudiar otras muchas enfermedades”.
Esta es una disciplina en crecimiento. En la actualidad, hay seis fármacos aprobados por la FDA [Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos] procedentes de animales venenosos. La mayor colección de venenos de araña se encuentra en la Universidad de Queensland en Australia, mientras que en Brasil hay muchos investigadores en venómica trabajando principalmente con serpientes. Estos medicamentos se usan para tratar la hipertensión, síndromes coronarios agudos, la coagulación, el dolor crónico y la diabetes tipo 2. “Hay muchos más compuestos derivados de venenos en diferentes etapas de evaluación clínica y preclínica. Además, la clorotoxina, un péptido procedente del veneno del escorpión, ha sido investigado minuciosamente como una herramienta para el diagnóstico por imagen, ya que marca a las células cancerosas y podría usarse durante una cirugía oncológica”, concluye la investigadora.
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